Los que sabían irse
Por Segio Martínez
sergio.martinez@fucaicolombia.org
La historia empieza con una gripe. Una que no perdonó a un pueblo entero. En 1988, 43 Nukak Makú salieron de la selva colombiana y caminaron hasta el pueblo más cercano. Pedían medicina. Encontraron el Estado. No fue un buen intercambio.
Hasta ese momento, los Nukak se movían por el bosque como el humo entre los árboles: sin dejar rastro. Dormían en un sitio, cazaban monos, recolectaban frutos, y al día siguiente seguían. Lo hacían hasta 70 veces por año. No tenían casa. Tenían territorio. No eran pobres. Eran nómadas.
Treinta y cinco años después, muchos viven acorralados en las periferias de San José del Guaviare. No por elección. Por presión. Porque su selva está ocupada: por cultivos ilícitos, por grupos armados, por palma, por ganado, por Estado. La tierra ya no los recibe. La ciudad tampoco. Y lo que más duele es esto: un pueblo que se movía para vivir, hoy sobrevive sin poder moverse ¹.
Durante casi toda nuestra historia fuimos como ellos. Íbamos tras el agua, los animales, los frutos. Éramos parte del paisaje, no sus dueños. Hasta que sembramos. La agricultura nos ancló. Pero también nos dio abrigo, acumulación, ciudades, alfabetos. Hizo posible la filosofía, la medicina, la memoria escrita. No fue un error. Fue un salto. Un salto que nos pidió quedarnos quietos.
Y el clima ayudó. Se estabilizó. Llegaron las estaciones. Ya no había que correr. Se podía guardar. Y quedarse.
La pregunta ahora es si esa pausa fue un paréntesis o el nuevo estado natural del ser humano.
Mientras los Nukak están atrapados en tierra que ya no los quiere, otros —millones— caminan hacia el norte. De Honduras, Venezuela, Haití, cruzan el Darién, México, el desierto. Migran porque aún creemos que el norte es futuro. Pero ese futuro se está resquebrajando. Donald Trump ha vuelto con su retórica de muros y deportaciones. Las restricciones migratorias se endurecen. Y sin embargo, siguen llegando. A buscar un trabajo, un dólar, un descanso.
Pero lo que encuentran a veces se parece más al cansancio. Según el Census Bureau, el ingreso medio de los hogares estadounidenses ha disminuido un 10 % en términos reales desde el año 2000 ². La calidad de vida del estadounidense promedio ya no alcanza para cumplir su propio sueño.
El nomadismo no es primitivismo. Es inteligencia en movimiento. Los Nukak no vagaban. Administraban un conocimiento sofisticado del ecosistema. Sabían cuándo las frutas maduraban, cuándo migraban los animales, qué ríos bajaban turbios. Moviéndose, protegían la selva. Y es ahí donde está la paradoja: el desplazamiento bien diseñado es protección, no pérdida.
La economía digital ya se mueve. Los datos flotan en servidores, los trabajos se hacen en pijama desde un aeropuerto. El capital es más ágil que nunca. Solo faltamos nosotros.
Quizá el siguiente paso no sea inventar ciudades resilientes, sino asumir que el ser humano puede —y quizá debe— volver a ser nómada. Con energía solar. Con conectividad. Con dignidad. No para siempre. Pero sí hasta que el clima deje de perseguirnos o aprendamos a movernos con él.
El Banco Mundial estima que, si no se toman medidas, para 2050 habrá más de 17 millones de migrantes climáticos internos en América Latina ³. Y esa es solo la cara visible. Detrás vendrán millones más que ya no caben en ciudades que no están hechas para resistir temperaturas extremas, sequías, cortes de agua.
Aún es posible ganarle al cambio climático. Con rediseño, cooperación, humildad. Pero cada año parece más difícil. Las decisiones llegan tarde, los intereses pesan más que las alertas. Y la sensación se repite: estamos quedándonos quietos… justo cuando más deberíamos movernos.
¿Y si el norte también empieza a fallar?
¿Y si migrar ya no es una elección, sino una respuesta sensata a un mundo cada vez más hostil?
La humanidad ya lo hizo antes. Nos movimos cuando África ardía. Cuando los glaciares bajaban. Cuando el agua desaparecía.
¿Será este otro de esos momentos?
¿Y si el verdadero progreso no es quedarse, sino saber irse a tiempo?
Fuentes:
¹ Mongabay. “Colombia: indígenas Nukak-Makú acorralados por palma, coca y bandas criminales”, julio de 2024.
² U.S. Census Bureau (2023): Real Median Household Income in the United States.
³ Banco Mundial (2018): Groundswell: Preparing for Internal Climate Migration.