La voz de la Niñez Wayuu.

Escrito por: Zulma Rodríguez

¿Qué piensan los niños y niñas wayuu, aquellos a los que la Corte Constitucional, a través de la Sentencia T 302 de 2017 ordena su cuidado y protección para que sigan con vida en la tranquilidad y refugio de sus rancherías?.

Me llamo Joel José, tengo diez años y vivo en una ranchería wayuu de la Guajira. Hoy quiero contarles cómo veo a mi mamá, a mi papá, a mi abuela y a mi tío materno, porque nosotros los niños también pensamos y sentimos. A veces los grandes creen que no sabemos nada, pero sí sabemos. Yo hablo desde mi corazón, y sé que otros niños y niñas piensan parecido, porque juntos hablamos en un taller donde nos preguntaron qué sentíamos sobre nuestra familia y sobre la comunidad.

Lo que más me gusta de mi mamá es cuando cocina arroz con pollo. Ese es mi plato favorito, y cuando ella lo hace yo siento que me quiere mucho. También me gusta cuando teje mochilas, porque yo sé, que en cada puntada, está dejando un pedacito de su historia y de la nuestra. Ella me regala cositas, a veces ropa o juguetes, y eso me hace sentir feliz.

Pero no todo es perfecto. A veces mi mamá grita, se enoja y tiene mal genio, ¿no logro comprender que la tiene tan molesta?. Eso no me gusta porque me asusta, yo quisiera que siempre estuviera tranquila, que no se pusiera brava, pero a veces ella se desespera en la cocina, al ver que solo tiene un yajaushi de maíz para darnos a mi hermanito pequeño y a mí. Yo sé que ella quiere lo mejor para mí, porque también me cuida, me da comida y me enseña lo que está bien y lo que está mal. Ella es la persona que más está conmigo, la que me levanta en las mañanas y la que me acuesta en la noche.

Mi papá me gusta porque trabaja mucho. Casi todas las mañanas antes de irme a la escuela, él me lleva al corral para dejar salir a los chivos y por la tarde también lo acompaño a buscarlos, muchos llegan llenos de espinas, y aunque intento quitarlas todas son muy brincones y no se me dejan.  Cuando mi papá juega conmigo, sobre todo al fútbol, yo me pongo contento. Él a veces me trae cosas del pueblo, como ropa o un balón, y eso me hace sentir feliz.

Pero hay algo que me preocupa: él toma chirrinchi. Cuando se emborracha yo tengo miedo de que le pase algo malo, que se caiga de la moto o que se enferme. También me da tristeza cuando grita o se pone de mal carácter. Yo quisiera que no tomara tanto, porque cuando está sobrio es muy cariñoso, pero cuando toma todo cambia.

Algunos niños de mi comunidad no tienen papá, y eso también me pone a pensar que aunque el mío toma, por lo menos está conmigo.

Mi abuela es la persona más sabia que conozco. Ella me enseña a tejer manillas que a veces vendo en el pueblo, me gusta escucharla cuando cuenta historias de cuando era niña o de cómo vivían los wayuu antes. Ella siempre tiene un consejo, y aunque a veces se enferma, casi nunca nos regaña. Es amable, nos cuida y nos da comida.

Yo siento que mi abuela es como un puente con lo que somos. Gracias a ella, yo entiendo mejor mi cultura y mi familia. Cuando me habla de los ancestros, yo siento que estoy aprendiendo algo que no se puede olvidar. En mi comunidad todos respetamos mucho a las abuelas, porque son las que guardan la memoria.

Mi tío materno Jacinto, es muy especial. Es el que me lleva con mis primos al colegio, para que yo no tenga que caminar tanto, también me da consejos, a veces me compra cosas que necesito como colores y con él me siento acompañado. Es amable y me trata bien. Yo creo que él es como un segundo papá, pero más cercano, porque está más tiempo en la ranchería.

Lo que no me gusta es que a veces también toma, y cuando lo hace se pone pesado. También grita y eso me incomoda. Pero la mayoría de las veces es bueno conmigo, por eso yo lo quiero mucho. Cuando me dice que estudie, siento que él espera que yo llegue a ser alguien importante.

Mi comunidad, entre el agua y los juegos

Lo que más me gusta de mi comunidad es que ahora tenemos agua dulce más cerca. Antes era muy difícil, pero ahora podemos recogerla sin ir tan lejos, porque cargar las pastas llenas de agua es muy trabajoso y me hace caer de la bicicleta.  También me gusta que tenemos colegio cerca y  puedo ir a estudiar, a jugar y a comer avena con pan. Además, aquí están mis amigos, mis primos y mi familia. Jugamos fútbol, corremos, inventamos juegos, y eso me hace feliz.

Pero también hay cosas que no me gustan. A veces falta agua cuando se daña el molino y comienza a salir salada, también hay mucha  basura, sobre todo estamos llenos de bolsas plásticas y algunas latas de atún que traen las bolsas de alimento que da el ICBF. ¡Si me preguntan que sueño? O que me gustaría tener, una bicicleta nueva, de esas que traen una rejilla para cargar mejor el agua, y un parque para jugar, como lo hacen los niños del pueblo.

Mis miedos: entre fantasmas y la oscuridad.

En la noche lo que más me asusta es salir al baño, me dan mucho miedo los fantasmas y los espantos,  me da miedo dormir solo, por eso compartimos el chinchorro con mi hermano menor junto a mis abuelitos.

Yo sueño que en mi comunidad nunca falte el agua dulce, que siempre podamos estudiar y que los papás no tomen tanto. Sueño que las abuelas sigan enseñando y que los tíos sigan aconsejando. Sueño que haya parques donde podamos jugar y que no haya tanta basura. También quiero que todos los niños y niñas wayuu podamos hablar y que los grandes nos escuchen.

Yo soy un niño wayuu de diez años y así veo a mi familia y a mi comunidad. Sé que no todo es perfecto, pero también sé que tenemos cosas bonitas que debemos cuidar. Mis palabras son pequeñas, pero vienen de mi corazón. Si los grandes nos escuchan, quizá podamos vivir mejor, con más agua, más juegos, más estudios y menos gritos. Porque al final, lo que todos queremos es estar juntos, felices y vivos.

*Es un relato que recoge los que dijeron 29 niños y niñas de comunidades en Manaure sobre sus vivencias diarias, sueños, miedos y su visión de futuro. si quiere ampliar el contenido de este informe puede visitar www.fucaicolombia.org”

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