La armonía con la naturaleza y la comunidad sostienen la vida

Por: Oriana Ramirez

oriana.ramirez@fucaicolombia.org

Al principio del mundo solo había la tierra, el cielo, algunas plantas y animales, y Yoi y su hermano menor, Ipi.

De allí nace la cosmovisión de muchas comunidades que han sabido sostener la vida en armonía con la naturaleza durante milenios.

El bosque tropical del Amazonas, considerado uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta, no ha sido únicamente una selva virgen, sino también el resultado de miles de años de interacción entre el ser humano y su entorno. Se estima que hace más de cuatro mil años, los pueblos originarios comenzaron a cultivar y habitar esta región, transformándola en una especie de huerta colectiva, rica en vida, conocimientos y prácticas sostenibles. Gracias a esto, hoy se encuentran en el Amazonas pantanos, sabanas, montañas, ecosistemas costeros, y una inmensa variedad de fauna y flora.

El legado de sembrar la vida

Detrás iba gritando a Jau: “siembra toda la semilla, colinos y tubérculos que me robaste para que comas” Por Jau el pueblo Tikuna adquirió los productos que consumen hoy (Jau y el robo de las semillas)

Una de las historias orales más conocidas es la de Jau y el robo de las semillas, donde se cuenta cómo los Tikuna adquirieron los alimentos que aún hoy consumen. Es en ese acto simbólico donde se reconoce la importancia de la siembra, como subsistencia y acto fundacional de vida en comunidad.

Los pueblos indígenas del Amazonas heredaron semillas y una cosmovisión donde la tierra no se explota; se cuida y se respeta. Cultivaban maíz, calabaza, camote, yuca, árboles frutales y maderables, siempre pensando en la fertilidad del suelo y la reciprocidad con la Madre Tierra. Así surgieron las Tierras Negras del Amazonas: suelos ricos, oscuros y fértiles creados por el manejo consciente del territorio, los residuos orgánicos, las cenizas y la materia vegetal.

Estas tierras permiten reutilizar el suelo una y otra vez, sin necesidad de recurrir a la deforestación ni a la quema, prácticas que tanto daño han causado al equilibrio del ecosistema. Esta técnica ancestral garantiza la soberanía alimentaria, la preservación del bosque y la pervivencia de las comunidades que lo habitan.


Chagras y sistemas agroforestales: tradición y sostenibilidad

Una de las formas más valiosas de preservar el bosque es a través de los sistemas agroforestales, prácticas que combinan el cultivo de alimentos con la siembra de árboles y el manejo del entorno natural. Estas estrategias recuperan, enriquecen los suelos, y también ofrecen soluciones productivas sostenibles para las comunidades.

De la mano de la tradición de la chagra —espacio de cultivo familiar y comunitario basado en el conocimiento ancestral—, los pueblos indígenas logran generar alimentos, preservar especies, obtener ingresos, y mantener vivo su vínculo con el territorio. Esta sinergia entre saberes antiguos y prácticas agroecológicas modernas permite fortalecer el tejido social y ambiental del Amazonas.

La regeneración de nuevas especies alimenta tanto a la naturaleza como a las comunidades humanas. Como lo expresó el biólogo Edward O. Wilson:

“La diversidad biológica es la clave para la supervivencia de la vida tal y como la conocemos.”

Diversidad y abundancia como forma de resistencia

En un contexto global atravesado por la crisis climática, los pueblos indígenas han encontrado en su diversidad y su relación ancestral con la tierra una forma de resistencia. La deforestación, las quemas y la expansión extractiva amenazan constantemente sus territorios. Sin embargo, sus prácticas agrícolas sostenibles se han convertido en modelos ejemplares para el mundo.

En 2025, según anunció la ministra de Ambiente, la deforestación en el Amazonas se redujo en un 33 % durante el primer trimestre del año. Aunque se trata de una señal alentadora, el panorama sigue siendo delicado y exige mayor compromiso.

Volver al origen: sembrar el futuro

La esperanza está en volver al origen, a esos pepeaderos —lugares donde se concentran las semillas, donde los animales se alimentan y los ríos fluyen en abundancia—. La clave está en regresar a las chagras, en compartir el conocimiento, en seguir cultivando bosque generación tras generación.

Quizás, como sociedad, debemos dejar de pensar en el Amazonas como un lugar mágico e intangible. Porque esa idea romántica nos aleja de su realidad urgente. Acercarse al Amazonas es asumir una responsabilidad concreta para conservarlo: como pulmón del mundo, sí, pero también como corazón vivo de muchas culturas.

“¡Vaya a roer el corazón por el lado derecho! Luego trae la semilla y plántala en nuestro terreno.”
Porque aquel corazón era como una semilla.
(El corazón de la Ceiba)

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